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Part of Un experimento de 20 meses Begoña Aguirre Madrid 23 DIC 1998

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REPORTAJE
Un experimento de 20 meses
Begoña Aguirre
Madrid 23 DIC 1998
Si los muros de El Laboratorio hablasen repetirían la palabra asamblea hasta quedarse afónicos. En
veinte meses de okupación pueden contarse por decenas las reuniones que todos los participantes de
este proyecto autogestionario han mantenido para marcar su rumbo. Y es que el objetivo era
ambicioso: abrir un espacio de 10.000 metros en el que pudieran participar diferentes movimientos
sociales, como Ecologistas en Acción, Sos Racismo, asociaciones de inmigrantes, Sodepaz e
insumisos."El problema es que hay quien piensa que un centro okupa es un sitio en el que llegas y
haces lo que te da la gana sin tener en cuenta a nadie", explican los veteranos del edificio.
En estos meses, actividades no han faltado. Se han celebrado jornadas contra el liberalismo, a favor
de la legalización de la marihuana y de la reapertura del diario Egin o contra la ley de extranjería.
También conciertos de hip-hop y de cantautores. "Las diferencias que van surgiendo se intentan
resolver hablando, aunque a veces no hay más remedio que decirle a alguien que se marche",
añaden. Eso sucedió hace meses con un grupo que quería organizar un proyecto musical y estuvo a
punto de acabar con los tímpanos de sus compañeros.
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En el día a día surgen contradicciones como la que supone utilizar un edificio ajeno e impedir que
lo usen otras personas con el mismo derecho a hacerlo. "El centro tiene que tener un proyecto de
actuación y no todo cabe en él", aseguran.
Así, por ejemplo, numerosas personas carentes de hogar han pasado por el edificio en busca de un
cobijo. "Nuestra idea no era crear un albergue, pero es verdad que teníamos mucho espacio y en la
zona hay demasiada gente con grandes carencias, así que hablamos con la Coordinadora de Barrios
para ver si ellos, que tienen experiencia, estaban dispuestos a habilitar una zona del edificio para ese
fin, pero no se hizo", se justifican.
Las mismas situaciones delicadas se suscitaban cada vez que menores de edad, algunos escapados
de casa, intentaban cobijarse en el inmueble. "Al final optamos por ponernos en contacto, para esos
casos, con asociaciones del barrio que trabajan con chavales", señalan.
Con el mismo fin organizaron también diversos talleres de expresión plástica para niños. Además de
una sala de conciertos, una biblioteca, un bar y un huerto, en el edificio funcionaba un aula de
telemática, desde donde los okupas de El Laboratorio diseñaban su página web.
A lo largo de estos meses en este bloque han vivido cerca de un centenar de personas diferentes.
Así, por ejemplo, numerosas personas carentes de hogar han pasado por el edificio en busca de un
cobijo. "Nuestra idea no era crear un albergue, pero es verdad que teníamos mucho espacio y en la
zona hay demasiada gente con grandes carencias, así que hablamos con la Coordinadora de Barrios
para ver si ellos, que tienen experiencia, estaban dispuestos a habilitar una zona del edificio para ese
fin, pero no se hizo", se justifican.
Cada grupo de viviendas organizaba su sistema de limpieza y existía una coperativa que regentaba
un comedor con menús diarios a 400 pesetas. "La comida se compraba y también reciclamos la que

sobra en los mercados de San Fernando y La Cebada", explican.
La celebración de conciertos y otras actividades como los talleres de teatro y de danza se
organizaban también a través de asambleas. En el barrio hay quien se ha dedicado a realizar
pintadas acusando a los okupas de peseteros por el dinero que obtenían con los conciertos. Esa
misma crítica la realizan algunos vecinos. No es la opinión de grupos de trabajadores extranjeros
como la Asociación de Emigrantes Marroquíes en España (AEME) o la Asociación de Inmigrantes
Senegaleses (AISE). "El centro okupa era el único lugar donde podíamos organizar actividades sin
esperar meses, sin trabas burocráticas y sin miedo de que detengan a alguien en situación irregular",
explican.
Los okupas se defienden. "Quien nos acusa de hacer dinero es que no ha montado nunca un
concierto y no sabe lo que cuesta. Además, okupar es una actividad declarada ilegal y necesitamos
un fondo para pagar fianzas, multas y abogados", alegan. Las críticas de ruidosos que les formulan
algunos vecinos las aceptan en parte, pero añaden que se han hecho esfuerzos para evitar molestias.
¿Se ha cumplido su objetivo? Sin caer en triunfalismos, creen que en buena parte sí. Pero hay algo
que tienen más claro: van a volver a intentarlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de diciembre de 1998

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